Tramada
En la vida hay nudos y nudos:
los hay más fuertes o livianos,
los hay evidentes o sigilosos
los hay grotescos y sutiles:
no siempre nos damos cuenta de todos.
Hay nudos que nacen adentro de una bolsita de terciopelo:
no hablan, respiran sin hacer ruido.
Nudos como esos avistamos de repente,
como quien no quiere la cosa,
durante la víspera de año nuevo
cuando queremos relucir alguna joya
perdida en el fondo amasijo del pasado.
Me pasó con una cadenita dorada
que mi padre me ayudó a desenredar
antes de que llegaran los invitados.
Para desenredar una cadena
(o disolver un nudo)
se necesitan paciencia y templanza,
mente equilibrada
(respiración)
y cierta parcialidad
que secretamente consiste en una entrega,
en una entrega anónima a la tarea y al nudo.
Para desenredar una cadena
(o disolver un nudo)
hay que prestar atención,
pero no mucha:
la suficiente como para seguir intentando (calentando las fronteras del nudo),
la justa como para no tensar
ni apretar
ninguno de los dos lados
que constituyen el corazón del nudo.
Prestar atención cuidadosa al corazón del nudo
(y si es posible, no preocuparse demasiado por él)
para dejar que su curso fluya
ligero entre los dedos de la mano
y amasarlo suavemente
como si desenredarlo fuera
también
derretir sus bordes.
En la vida hay nudos y nudos:
la mayoría se forman solos
accidentalmente
y configuran la superficie de un terreno irregular sobre el que más tarde
crecerán flores
y trucos de magia
y especies de vida diversas
por no decir
la vida de uno,
la vida de todos,
la vida misma.
En la vida hay nudos y nudos
como en el nudo hay vidas y vidas:
una suma de acontecimientos irrepetibles
escandalosos
románticos
pequeños
enigmáticos
casi invisibles
casi profundamente olvidables
nos trama y nos vuelve a tramar
una y otra vez
mientras estemos vivos.
Hay nudo sin vida?
Hay vida sin nudo?
Entre el misterio y una letra
existen infinitas posibilidades
combinaciones
rutas:
será ilusorio pensar
que todas son perfectas?
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