Adiós, invierno
Me entero de que hoy es el último día de invierno gracias al mensaje de una amiga que me dice: que tengas un lindo día despidiendo al invierno. Miro el calendario para corroborar que sea cierto y encuentro la fecha de hoy, 20 de septiembre. Lejos de lo que yo podría imaginar, el cielo está nublado. Pero entonces descubro que los apios de la verdulería del barrio reverdecen para mi sorpresa. Llevo dos troncos en la mano derecha y voy caminando sobre Rivadavia mientras las hojas del apio se agitan a mi lado como tréboles que traerán a la suerte.
Me gusta pensar que T.S Eliot no aborrecía las flores. Sólo estaba triste porque percibía que por debajo de la tierra algunos tejidos estaban rotos. Dijo que Abril es el mes más cruel (en el hemisferio norte, Abril marca el comienzo de la primavera) porque creía que el sentido de la vida después de la guerra se había vaciado, plasmó esta sensación en sus versos porque tenía ganas de hacerlo, y lo hizo de un modo magistral y peculiar que, a mi entender, lo hermana con Beckett. Yo prefiero sus Cuatro Cuartetas, lo admito, aunque por eso no dejo de reconocer en La Tierra Baldía un tono que, aunque sumamente cuidado, se carga con la locura, y en este sentido no evita la ambigüedad. Nada de lo que yo acabo de decir hasta acá, aclaro, tendría validez para un señor como Thomas Stearns Eliot, quien muy poco creía en el hecho de que la poesía fuera un mero receptáculo de las emociones del autor. Tiene una frase muy linda al respecto que hoy prefiero mantener en secreto. No sé, entonces, si es correcto decir que a Eliot (a su persona, me refiero) le pasaba algo "malo" con la primavera. Tal vez fuera una ocurrencia de Eliot autor. Pero a mí me sale asociar a la persona con el autor. Entonces, decía, no me parece que Thomas aborreciera las flores. Acaso le molestara que la primavera llegara de pronto, lisa y llanamente a confundir lo muerto con lo vivo. Lo frío con lo ardiente. Aunque a decir verdad, de liso y llano la naturaleza no tiene nada, y esto seguramente T.S Eliot lo sabía muy bien. Thomas, digo. Pero tal vez resintió que existiera, a veces, de parte de la vida, una actitud indiferente, meramente formal, o superficial, o desinteresada, hacia la muerte. No lo sé. Imagino.
Este invierno fue raro, tuvo un poco de primavera y de verano, algunas hojas muertas desparramadas sobre la vereda (a veces rojas, a veces marrones) dieron que pensar, también, en un otoño prolongado. Acaso la información desenfrenada de las redes también confunda un poco a la tierra, pienso. Así como a los que habitamos en ella. Me corrijo: así como a los que habitamos con ella. Acaso el calentamiento global no sea más que un montón de pantallas encendidas, todas juntas emitiendo luz y no solamente eso, también ejerciendo presión, algo de manipulación y de control, todo en niveles velados, sobre nosotros (la tierra). O no tan velados.
En fin.
Adiós, invierno, te quiero despedir con dedicación, como una mujer que se va alejando de la estación adentro de un vagón de tren. Mañana será otro día y llegará la primavera. Las flores, de a poco, despegarán del suelo. Veremos su apertura, veremos sus colores, tendremos días largos. And Thomas, my dear, this may not be cruel.
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