Otoño

Empecé el día volcando una taza de té sobre la mesa: se mojaron los libros, se mojó mi nuevo libro de Emma Barrandeguy, se mojaron las sillas y además la mesa, se mojaron mis medias, un suéter, se mojó el piso de madera donde en seguida fue a parar la pequeña lengua de mi ya no tan pequeña, gata. Un recuerdo de instagram me muestra una foto de Ámbar un año atrás parada sobre mi cama con cara de pánico: un año pasó de esa foto, increíble, un año desde sus primeras muestras de afecto, un año desde las primeras muestras de afecto que recibí de parte de una gata viviendo conmigo en la misma casa, solas las dos. El otoño para mí son estas cosas: un accidente doméstico, una conversación a medias, el agua volcada sobre la mesa dejando su seña indeleble sobre los papeles del día, el malentendido, las canciones viejas, el recuerdo, las fotos, el recuerdo de una foto y las fotos sin recuerdos, la caída, el viento, lo que se suelta, la frustración, la tristeza, el color blanco, la piel cuando se deja penetrar, la lluvia que corta el cielo, el frío que corta el aire, la lágrima que se abre paso, lista para salir del cuerpo. Revisando entre las fotos de mi computadora me encuentro con un fragmento de las crónicas de Clarice Lispector que dice:

Reflexionando un poco, llegué a la ligeramente atemorizante certeza de que los pensamientos son tan sobrenaturales como una historia pasada después de la muerte. Simplemente descubrí de repente que pensar no es natural. Después reflexioné un poco más y descubrí que no tengo un día a día. Es una vida a vida. Y que la vida es sobrenatural.

Será que el otoño, como el pensamiento, en su llegada indique al mismo tiempo la marca de un curso natural y sobrenatural de la vida, de nuestra existencia? Que implique simultáneamente un orden y un desorden, una necesidad y un exceso. Completitud e incompletitud, permanente impermanencia. Mi encuentro inesperado con el fragmento de Clarice me lleva a hacerme esta pregunta: será que la naturaleza no es idéntica a sí misma y entonces, en ese sentido, contiene un espacio de sobrenaturalidad, una garantía de sobrenaturaleza secreta? Un margen de rebeldía y desprolijidad, de arrojo, de locura, un lugar en donde el drama se convierte en fabuloso absurdo? Será el otoño, después de todo, un capricho? 

Me imagino a la sobrenaturalidad o sobrenaturaleza desentendida de todo, del orden, de la continuidad, de la coherencia. Me la imagino pícara, escandalosa, guardada en la boca de la naturaleza como al acecho de la solemnidad. Me la imagino dibujando una sonrisa en su cara cada tanto, en otoño por ejemplo, o cada vez que la naturaleza se olvidara de sonreír. Me imagino a la sobrenaturaleza como un fantástico jardín en el que siempre es de noche y los colores igual se hacen notar, un espacio oculto e inexplorado e infinitamente generoso, sabio, sí, paciente, sí, compasivo, también, un lugar desinteresado y recreativo en el que residen, además del pensamiento y de la vida, el otoño, la dicha y el dolor. 

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