¿ocultar es mentir?

Cada vez que mi papá se va de viaje no hay quien le de cuerdas al reloj en la casa. Nadie se anima, se hacen otras cosas. 

El reloj de mi abuelo Alfredo suena cada media hora. 1 campanada a la 1, 2 campanadas a las 2, 3 campanadas a las 3, 4 campanadas a las 4, 5 campanadas a las 5, 6 campanadas a las 6, 7 campanadas a las 7, 8 campanadas a las 8, 9 campanadas a las 9, 10 campanadas a las 10, 11 campanadas a las 11, 12 campanadas a las 12, y 1 campanada por cada media hora. Me crié a su lado. No me despierta del sueño.

Sentí vergüenza cuando una chica de cuarto grado me hizo jurarle por la garrita que no voy a perder el tren para llegar en hora a dar el taller literario. ¿Por qué no se olvidó? Pasó una vez. Le juro que no va a volver a pasar y siento un dolor extraño. ¿Es el paso del tiempo? 

Tardé una semana en reacomodar la hora del reloj que cuelga de la pared. Tardé primero en darme cuenta, tardé después en arreglarlo. Me resistí sin decirle a nadie. "Nadie se va a enterar de que estoy confundida, nadie se va a enterar de que estoy acá". Actuar como si supiera no es saber ni es actuar, actuar como si supiera sabe a confusión y me inquieta. Ya dejé pasar una semana. 

Hay cosas que no puedo pensar porque no tienen sentido, o su sentido sobrepasa mi necesidad de comprenderlas. No quiero comprenderlas. La responsabilidad es un misterio. Hoy puse en hora el reloj. Por convención y por alivio.

Es un alivio, me digo mientras arreglo las agujas sin pensar en los dibujos, cumplir puede ser un alivio. 


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